Por Cecilia Torres Zuñiga – Escritora
Hace unas pocas semanas nuestro país fue remecido por un fuerte temblor y muchos nos quedamos en estado de alerta en caso de que la sacudida se repita o se encrudezca.
Lo preocupante es que muchos de nuestros compatriotas han construido sus hogares en zonas inestables y con riesgo de derrumbes. Toman ese riesgo, muchas veces, por la necesidad imperante o las limitaciones económicas. Y cuando la tierra se mueve intensamente sienten el peligro muy de cerca.
También hay otra parte de la población que se esforzó o tuvo los medios para construir o adquirir un hogar con las garantías de construcción, en un terreno apto para edificar y acorde a las recomendaciones profesionales. Ellos pueden sentir mayor seguridad en sus hogares cuando la tierra se mueve fuerte.
Lo cierto es que los movimientos telúricos van a seguir ocurriendo en nuestro país, tal vez más intensos y con trágicas consecuencias, lo que nos hace preguntarnos ¿estamos preparados? ¿nuestros hogares van a resistir?
Y esto también nos debe guiar a pensar que en nuestras vidas pasará lo mismo. Es un hecho. Seremos sacudidos por las dificultades y, muchas veces, serán tan fuertes que nuestras vidas pueden quedar destruidas o muy dañadas. ¿Y cómo podemos vencerlas?
El Señor Jesús nos enseña simbólicamente en Mateo 7: 24-29 como tener vidas sólidas, firmes y resistentes. Él describe a dos hombres construyendo sus hogares en dos tipos de cimientos: uno sobre la roca (terreno sólido) y otro sobre la arena (terreno inestable); y también las consecuencias de cada elección.
El hogar cimentado sobre la roca no se destruyó. A la luz de las palabras del Señor, este hombre decidió abrir su corazón a Él, escucharlo y aplicar Sus enseñanzas; incluso fue descrito como un hombre prudente. “» Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca” (Mateo 7:24-25, NVI).
¿Y cómo construimos sobre la roca? Decidiendo por seguir a Jesús diariamente y dejando que Él intervenga en cada aspecto de nuestra vida. No de labios para afuera. Se trata de esforzarnos por conocerlo, a diario, a través de Su palabra, de abrir nuestro corazón y oídos para hacer lo que nos muestre en cada situación que nos toque vivir. Se trata de no postergar o negociar lo que Él pueda llamarnos a hacer. Se trata de no venir ante Él cada día con nuestra propia agenda saturada o llena de excusas, sin dejar espacio para lo que Él quiera hacer. Se trata de no sujetar algo en nuestras manos con tanta fuerza, sin dejar que Él lo tome para restaurarlo o cambiarlo por algo mejor. Se trata de amarlo, con hechos, más que a nosotros mismos o a los que nos rodean (o a sus opiniones).
La vida con y en Jesús tiene garantía absoluta y eterna. A Él le pertenece toda la sabiduría (Proverbios 2:6-7), la grandeza y el poder (1 Crónicas 29:12) y la vida y la misma muerte (Apocalipsis 1:18). No tendremos porque temer o dudar, porque Él será nuestro amparo y fortaleza (Salmos 46:1-2). Cruzaremos las aguas y los ríos y no nos ahogaremos, caminaremos por el fuego y no nos quemaremos (Isaías 43:2). Tendremos paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7) y fuerza en la debilidad (2 Corintios 12:9).
Una vida lejos del Señor, en negación a Su existencia, a espaldas de Él o en rebelión constante a Su Palabra o a Su guía nos llevará inevitablemente a construir sobre la arena y esto, a la larga, a la destrucción irreparable, no solo de nuestras propias vidas sino de los que nos rodean. Un costo muy alto y doloroso que pagar por nuestra insensatez. “Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, soplaron los vientos y azotaron aquella casa. Esta se derrumbó, y grande fue su ruina»” (Mateo 7:26-27, NVI).
Muchos hogares serán más glamorosos y grandes que otros, tal vez más provistos de detalles y color, sin embargo, cuando nos acercamos y miramos atentamente podemos distinguir el cimiento sobre el que han sido edificados. Y sabemos cuál será el final de cada hogar, dependerá del cimiento que escojan.
Pasa lo mismo con nuestras vidas. Tal vez, muchas estén desprovistas de bienes, amistades importantes, títulos, logros y cuentas bancarias, sin embargo, si tienen a Jesús, como cimiento lo tienen todo; una seguridad inconmovible, una paz y gozo inquebrantable, una herencia eterna, una esperanza firme y una compañía constante. ¿Qué decides escoger?
Todo empieza por abrir nuestro corazón a Jesús, Aquel que murió, resucitó e intercede por ti.
Oremos:
Amado Padre Celestial, nuestras vidas son frágiles y desprovistas de lo necesario para mantenernos de pie ante las dificultades, pero hoy decidimos construir nuestras vidas juntamente contigo. Ayúdanos a buscarte y a encontrarte cada día, fortalécenos para obedecerte y perseverar en Tus caminos y enséñanos a mirarte en todo tiempo. Siéntate en el trono de nuestro corazón. En el nombre de Jesús. Amén.
Para meditar:
¿Sobre qué cimento estás construyendo tu vida? ¿Dios ya te mostró el camino a seguir y aún estás atrasando o negando tu respuesta? ¿Tu relación con el Señor Jesús se ha limitado a escuchar o leer Su Palabra, pero no a obedecerla?
Versículos adicionales:
Proverbios 14:12, Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte. (NVI)
Salmos 125:1-2 Los que confían en el SEÑOR son como el monte Sion, que no se derrumba, sino que está firme para siempre. Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así el SEÑOR está alrededor de su pueblo desde ahora y para siempre. (RVA-2015)